Dios realiza una bella historia de sanación en mí. Y le agrada mi preciosa colaboración. Nada hace sin que yo quiera. Me deja ser dueña y señora de mí misma. Que Dios ya me enseñorea.
Cuando te pienso, me arrancas una ternura del corazón que siempre quiero hacerte llegar. Todo depende de accionar el verbo amar.
¿De qué está llena mi vida? ¿En qué pienso? Si realmente Dios es el centro, entonces sé que mi corazón lo ocupa toda la humanidad. Hechos para la relación, comunicación y comunión, celebremos nuestra identidad: ser Eucaristía. La mesa siempre está servida. Ser celebradoras y ofrecernos unos a otros como comida y bebida. Que somos pan de Dios, esta es nuestra verdad.
Nadie quede sin cobijo en el hogar del corazón. El cielo lo llevamos dentro. Lo que fue, y quienes existieron, siguen viviendo en el Si de Dios. Que no somos una soledad, ni andamos en perdición. Nada existe fuera de Dios. Y en Él estamos amparados.
Cuando me hallo ante una prueba que, por dura, enerva todo mi ser y lo pone en pie de guerra, recordar el amor. Este ha sido el detonante que me ha pacificado por dentro. He traído memoria de que, yo, ante los demás, solo les debo amor. Que este sea el camino a seguir y la actitud a vivir. Como Jesús, pasar haciendo el bien.
Vivir mirándonos solo a nosotros mismos, es romper la comunión con Dios y la humanidad. Es deshumanizarnos. Si no amamos nos secamos, como hojas en otoño.
Vivir sin miedos, dice nuestra esperanza y segura confianza. La luz es nuestra fe oscura por donde el alma camina segura.
Los humanos somos prontos para condenar. Dios siempre es pronto para amar y salvar, en Dios vivimos perdonados, porque ya nos redimió.
Invitados estamos a ser amantes. Dios es el enamorado que busca ser correspondido.
Necesariamente Dios tiene que abrir brechas para derribar lo imposible. Y entrar. El centro siempre está más adentro.
Cuando se me apodera el desaliento y el agotamiento me aplasta, hasta pensar en Dios me cansa. Ser humano es tocar límite, sufrir la fragilidad. Solo Dios nos puede arrancar de esta calamidad. Y nos ha arrancado ya. Podemos gustar vida de cielo, “Aunque es de noche”.
Mi mirada se cruza con otros ojos y rostros que me adentran en las tormentas que la humanidad lleva en su interior. Soñamos la paz, la calma, la salud. “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad”. Es otoño y veo nacer una flor en el terreno de la desolación. Orar acrecienta la esperanza.