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23 10 13 VILLAR , Hna Mª Dolores, Un corazón agradecido

Muy queridas hermanas. Me acerco a vosotras para compartir un poco lo que ha supuesto para mí la convivencia en el Desierto.

   Han sido unos días muy agradables, con un verdadero ambiente fraterno, en los que hemos podido compartir experiencias, animarnos y también reírnos y pasarlo bien juntas, acercándonos a la figura de Teresita.

   Una de las cosas que me llevo de ella es que me ha enseñado a reciclar. Sí, de un hecho que se le presenta como de muerte, ella lo vuelve a hacer nuevo. Ve en todo la parte positiva. El martirio de su padre lo llama tesoro, allí ha reconocido la faz de Jesús y pasa a ser la gracia más grande. Esto a mí me llega mucho, yo que tiendo a enfrascarme en las pequeñas contrariedades que me pasan, y a menudo sentirme víctima, es una invitación a relativizar, pensar siempre bien y ver en todo la mano de Dios. Dar la vuelta a la realidad y reutilizar como algo bueno donde Dios está ahí acompañando y sosteniendo.

   En una ocasión, el P. Amando, nos invitó a cerrar los ojos y volver a la niñez, nuestros juegos, amigos… momentos difíciles, de dolor… y sentir el abrazo de Jesús que estaba allí cuidándome, queriendo sanar. Después con otra hermana compartimos nuestra experiencia. Para mí fue un momento muy bonito, entrañable, en que me sentí comprendida, acompañada, donde pude abrir el corazón y descansar. Me doy cuenta que estas heridas, carencias que vengo arrastrando de mi niñez y que a veces me condicionan tanto, me hace bien presentarlas allí en la oración a Jesús, y Él con su amor irá sanando; dejarme empapar de su mirada, saber que Él estaba allí aunque yo no podía verle, sosteniéndome y librándome de caer.

   Recuerdo un canto que hicimos que decía así: “Se siente una paz tan grande al saberse absolutamente pobre y al no contar más que con Dios”. Pero qué difícil me resulta amar mi pobreza, cuando en realidad lo que intento es aparecer capaz ante los demás para ser estimada. ¡Qué error tan grande hacer este esfuerzo constante! Para mí es una invitación a cambiar de mentalidad, pues en Teresita como en S. Pablo, la fuerza se realiza en la debilidad. Son momentos en que se produce el encuentro con Dios que va liberando el corazón, haciéndolo capaz de recibir. Quiero pasar todo esto por el corazón y creer que de verdad Jesús nos sigue sanando en los encuentros que tenemos con Él

   Y ya el broche de oro, para terminar la jornada, las vísperas, seguido de un momento de oración con exposición del Santísimo; momento para darle gracias por tanto recibido durante el día y descansar allí en su compañía.

Me brota del corazón las palabras del salmo: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” Doy muchas gracias al P. Amando y a cada una de las hermanas por lo que han aportado para crear ese clima de sentirte en familia, como en casa.

                                 Con afecto fraterno     hna. M.ª Dolores (Villar)