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23 10 16 PUZOL, Paqui, En el camino del amor

Con estas breves letras quiero compartir con vosotras algo de lo vivido en la convivencia de la Federación que, como sabéis, se ha centrado en nuestra hermana Teresita, esa “pequeña gran” maestra de la escuela del amor, de la que tanto estoy aprendiendo.

No tengo palabras para expresar mi gratitud a ella, a las hermanas que han organizado este encuentro, a las que han quedado en casa, supliendo la ausencia de las que hemos participado, a nuestros hermanos del Desierto y a Amando que nos ha acompañado durante estos días, como un hermano más de nuestra familia.

La convivencia ha sido para mí una auténtica escuela donde me he ido aproximando con mayor profundidad a Teresita, a la que conocía “de lejos”, había leído poco de ella, y de la mano de nuestro hermano Amando, he ido ahondando en esa inmensa riqueza interior que posee Teresita.

Las dinámicas propuestas cada día me resultaron muy interesantes por lo que suponían de interpelación personal y de diálogo entre nosotras. Escuchar a las hermanas siempre es una fuente de riqueza y estos días lo he podido experimentar de una manera más palpable.

Una de las cosas que más me llegó fue la capacidad de Teresita para dejarse tocar y transformar por la gracia, por el Espíritu Santo, al que le abrió la puerta de par en par. Precisamente uno de los días, dedicado a la oración del Espíritu, me quedó “imprimido” como diría la Santa, el momento de la imposición de manos. Me impresionó la fuerza que tiene la invocación al Espíritu, del que dijo Jesús: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos” (Hch 1, 8). Y Teresita ha sido para mí una testigo del amor de Jesús, manifestado en la sencillez de una vida “normal y corriente”, que se plasma en los pequeños detalles del día a día.

Teresita me ha enseñado que la debilidad es el camino de encuentro con Jesús porque la fuerza viene de Él, y solo en la medida en que me abra con plena disponibilidad a su amor, recibido gratuitamente, seré capaz de ser cauce del mismo. La clave está en creer de verdad que soy amada por Jesús y abandonarme en sus manos misericordiosas. Asimismo, me ha enseñado a confiar sin miedos, o incluso a veces con ellos, pero con la certeza de saberme sostenida por Él. Es un reto y una tarea que se ha renovado en mi vida.

Finalmente, quiero dar gracias por la celebración de mi santo y cumpleaños en estos días de convivencia en los que he podido experimentar la fraternidad de nuestra familia del Carmelo.       

  Paqui (Puzol)